Siempre he considerado, y así lo he expuesto muchas veces en diferentes foros, que la humanidad a lo largo de la historia siempre ha vivido mejor en cada época, la evidencia empírica así lo ha demostrado. Sin embargo, ante las nuevas evidencias y estudios de los últimos años, me he estado cuestionando si estas últimas cuatro décadas han sido un punto de inflexión para la humanidad; estamos incursionando en terreno desconocido, incluso para nuestra propia supervivencia. Siempre han existido las guerras, las ansias de conquistas entre los grandes imperios y diferentes civilizaciones, sin embargo, la prosperidad ha acompañado al ser humano desde tiempos remotos; a pesar de que el tema de la mala distribución de la riqueza económica, igualmente siempre nos ha acompañado, y sobre todo a un ritmo vergonzosamente creciente, precisamente en el último medio siglo.
Con la aparición de los homínidos, hace ya millones de años, y sobre todo con la aparición del homo sapiens, hace poco más de 250 mil años, hemos crecido en cantidad como sociedad, incrementado a partir del desarrollo de la ciencia, con afirmaciones como la de Francis Bacon a finales del siglo 17, quien dijo que la naturaleza está para que los humanos la dominen, cosa que nos creímos a tal punto, que desde entonces, hemos convivido de una forma desordenada, irrespetuosa y torpe con la naturaleza a nuestro alrededor, extraemos, usamos y desechamos, nos hemos tomado muy en serio eso de dominar la naturaleza. Hoy con los 8 mil millones de personas que habitamos el planeta, resulta insostenible esta forma de vida bastante irresponsable, desconociendo que nosotros mismos somos parte ineludible de la naturaleza misma, nuestro cuerpo es un ecosistema por sí mismo, tenemos poblaciones de hongos, bacterias, microbios y más. Como individuos nos sentimos únicos y sin embargo no somos más que una gota de agua del océano universal.
El proyecto del microbioma humano calcula que hay 10.000 especies de microbios que viven en los seres humanos sanos, solo a manera de ejemplo.
Fueron los japoneses los que acuñaron el término de “baño de bosque”, al ir a convivir con la naturaleza en los bosques, aunque sea por ratos cortos en que logramos desprendernos de la vida acelerada que llevamos; se ha logrado demostrar, que con solo estar presentes en esos baños de bosque, nuestro organismo experimenta sensaciones de bienestar acentuados, y eso es porque establecemos contacto consciente con lo que somos, seres que compartimos un origen común, somos parte de la naturaleza planetaria y no nos corresponde pretender dominarla a nuestro antojo, sino aprender a convivir en armonía.
Si bien es cierto que los ciclos de deshielo y aumento de las temperaturas de la tierra suceden cada ciertos miles de años, y que ahora estamos viviendo uno de esos ciclos; siendo tan reciente la aparición del sapiens en la vida del planeta, y siendo tan corto el tiempo de vida en que transcurrimos, que ante las etapas evolutivas de la tierra, donde no hay tiempo para que las cosas sucedan, simplemente suceden sin importar el tiempo para ello, es por eso que no sabemos hace cuánto tiempo inicio el deshielo y aumento de temperaturas actual; pero que además siendo un ciclo natural, no lo podríamos detener. Pero también es cierto que ante esa vida desvergonzada para con la naturaleza de la que formamos parte, hemos acelerado el proceso de calentamiento con nuestras acciones de dominar el planeta, nos exponemos a la extinción, pareciera sin la conciencia clara de lo que esto significa. Somos una especie más, y como muchas de ciclos anteriores, que se extinguieron, igualmente nos puede pasar; y la vida continuará, quizá sin el orgulloso ser humano.
Se han hecho planteamientos claros de las necesidades de reorientar los asuntos políticos, tal como el que se hizo en el Foro Económico Mundial, (2019), “hay que generar un modelo económico diferente, uno que satisfaga las necesidades básicas de todas las personas del mundo, que respete los recursos naturales, que sea más justo y cuyo objetivo no sea el crecimiento per se, sino optimizar el bienestar humano”. Sin embargo, poco ha cambiado, y no parece que vaya a suceder nada diferente con los políticos actuales en los años próximos.
Por eso es necesario que la humanidad tome conciencia y logremos ser resilientes, ese concepto tan nuevo y en estudio aún. Resiliencia en los humanos es cuando las circunstancias de la vida nos hacen caer, con qué rapidez nos levantamos, recuperamos y salimos fortalecidos. Tengo la esperanza y convicción de que, con las nuevas generaciones, partiendo de los milenials, podamos ralentizar el proceso de autodestrucción que estamos llevando adelante.
Esas nuevas generaciones están siendo testigos en primera fila de cómo los políticos actuales muestran su incapacidad, desde varias décadas atrás, pero ahora más visible aún, de actuar por el bien común, y eso incluye el planeta mismo. Se nota en esas nuevas generaciones su conciencia planetaria, su involucramiento en los asuntos de la sostenibilidad de nuestras acciones con la preservación de la naturaleza. Esa nueva conciencia es producto del hartazgo de ver cómo pasan los años, cada vez profundizamos más nuestras acciones de autodestrucción, y sobre de su propia sobrevivencia en un futuro no tan lejano, Solamente se ven acciones aisladas de grupos o países haciendo algo diferente, pero que en la globalidad pesan poco sus acciones, aunque es claro que es un buen indicio y que esas nuevas generaciones igualmente están siendo testigos de que sí es posible emprender acciones que puedan revertir o al menos retrasar el proceso de calentamiento global.
Ya no es seguir lo que diga la ciencia solamente lo que mueve a estas nuevas generaciones, sino esa necesidad de autopreservación, esa conciencia de un mayor bienestar para todos en la sociedad, en convivencia armónica con la naturaleza. Quizá la experiencia de haber vivido la pandemia de la covid-19, también haya sido un detonador para esa gente joven, que haya sido una revelación para el despertar de una mayor conciencia de la vida que llevamos y la que podemos llevar; muy bien lo expresa Elsa Punset, en su libro Fuertes, libres y nómadas; “detrás del muro impenetrable que los humanos hemos construido con nuestras supuestas necesidades y derechos urgentes, a menudo crueles, destructivos y excluyentes, estamos redescubriendo otra forma de vivir, otra realidad. Las palomas probablemente creen que los humanos nos hemos extinguido, decía un tuit viral en esos días de cuarentena. Resulta sobrecogedor darte cuenta de que nada pasaría si así fuera. La vida continuaría. Ni somos centrales ni imprescindibles, excepto para nosotros mismos. Somos una especie más en un planeta bellísimo, un milagro viviente que en las últimas décadas sufre a la vista de todos porque su especie dominante decidió vivir como si nada importara”,
Atrévase a ser feliz.