Blog, Conoce tu cerebro

Cómo las creencias se relacionan con la felicidad.

Es muy relevante siempre tener presente cómo funciona nuestro cerebro, eso nos da la posibilidad de una mayor comprensión de nuestra vida, de las cosas que hacemos y porqué las hacemos o porqué nos cuesta tanto dejar de hacerlas.

En artículos anteriores comenté sobre nuestro fabuloso cerebro, producto de millones de años de evolución, hoy por los grandes avances de la neurociencia y la tecnología, ya sabemos muchísimo de cómo funciona ese órgano, que quizá es el más complejo del universo conocido, aunque aún no conocemos su funcionamiento en su totalidad, pero ciertamente con lo que sabemos hoy, ya estamos en condiciones de poder tener una mejor gobernanza de nuestra vida, de tener una vida con una mayor conciencia, de poder vivir menos en piloto automático.

Un repaso rápido sobre el origen de nuestros cerca de 30 mil pensamientos diarios; cada pensamiento es producto de nuestra herencia genética, de nuestras creencias y de nuestras experiencias; eso es así para todos los sapiens de este mundo, sin importar razas o culturas.

Las creencias.

Las instalamos en nuestra vida producto de la cultura y la educación que recibimos desde que nacemos, por parte del círculo de influencia en que crecemos principalmente. Es muy relevante que hoy los padres estén dispuestos a conocer más sobre los procesos educativos posibles desde el nacimiento, ya que, de no apoyarse en los nuevos conocimientos, el proceso de educación y de “instalación” de las creencias de ese círculo de influencia, será dada a los bebes como casi siempre  ha sido, de manera automática, sin siquiera tener la conciencia de si las creencias que estamos “instalando” en los cerebros de nuestros bebes es buena o mala, pasa a la nueva vida sin filtro alguno. Y es que la responsabilidad es suprema, dado que estamos desarrollando un ser humano, y todos siempre queremos que ojalá sea un ser humano feliz, resiliente, generoso, que conozca y maneje sus emociones adecuadamente y que sea un buen ciudadano, buen patriota, que ame su país, pero no pensamos si las creencias que estamos “instalando” serán las mejores y si la educación que reciben cuadran con nuestros mejores anhelos para ellos.

No es posible siquiera pensar en criar hijos libres de creencias, ya que es parte de nuestra esencia. Pero sí podemos optar por enseñar desde pequeños a los hijos a que siempre mantengan y cultiven las virtudes de capacidad de asombro, esa curiosidad y ese cuestionamiento permanentemente en sus vidas.  Ese aparente sencillo hecho, les dará a esas personas un sinfín de posibilidades de cuestionar sus creencias, y con ello la posibilidad de optar por una vida buena al someter siempre a escrutinio personal sus creencias, solo así, con padres con más conocimiento sobre la educación y la claridad de que pueden estar instalando creencias limitantes a los hijos, pero a la vez nunca “castrar”, sino fomentar en los hijos esas virtudes antes dichas. Para los adultos es igualmente relevante tomar la conciencia de sus creencias, conocerlas y evaluarlas; podría descubrir que tiene muchas creencias limitantes. Con una mayor conciencia sobre sus creencias podría optar por algunos cambios en la vida, sobre todo cuando puede adquirir los conocimientos nuevos que tiene a su disposición, los que serán de ayuda en el proceso de cambio si decide hacerlos.

Todos siempre manifestamos de una u otra forma nuestras creencias, lo decimos constantemente de manera inconsciente, “yo creo…, creo que… mis creencias…esto y lo otro, etc”. El hecho relevante es que las creencias son eso, creencias, pocas veces tienen fundamentos válidos, probados y menos científicos; aunque son muy válidas por ser parte intrínseca de nuestra vida. No confundamos creencia con intuición, son dos cosas diferentes. Cuando expresamos nuestras creencias, y hacemos el esfuerzo por convencer a otros de que ellas  son las verdades, por encima de las creencias de los otros, simplemente estamos predicando, estamos pidiendo a los demás que tengan fe en lo que yo les digo, sin sustento alguno la mayoría de las veces. Y es que así funcionamos, así opera nuestro cerebro.

Hay creencias que en ocasiones son tan fuertes, que hay momentos en que la realidad choca contra ellas, y la realidad lleva las de perder, son creencias limitantes. El ejemplo del elefante atado a una pequeña estaca quizá nos aclare esto de las creencias limitantes.

En los circos antes veíamos a esos grandes animales, los elefantes, atados permanentemente a una pequeña estaca con una cadena no tan fuerte comparado con la fuerza y la facilidad con que el elefante podría sacarse esa atadura, sin embargo, como desde pequeño siempre estuvo atado de esa forma, en su cerebro se instaló la creencia de que no podría safarse de esa cadena y esa estaca, se instaló para siempre esa creencia limitante en el elefante. Igual nos pasa con las nuestras, y es que es relevante tomar conciencia de eso, ya que, al hacer una manifestación subjetiva, cada uno, de cómo se siente con su propósito de vida, podría der que muchos consideren  que su calidad de vida no es la que quisiera; y le gustaría hacer algunos cambios, para que eso sea posible, es imprescindible cambiar algunas creencias, pero como es tan complejo actuar con ese nivel de conciencia, empecemos por hacer cambios pequeños, cambios que no sean estresantes y que realmente valoremos que es posible hacerlo; cuando esto se hace entonces es cuando nos atrevemos a hacer cambios mayores, a someter nuestras creencias a mayores escrutinios para un posible cambio. No es asunto fácil, requiere constancia, empeño y la permanente presencia en el presente para poder lograr cualquier cambio. Hágase una simple pregunta, escoja dos de sus creencias más profundas, ¿estaría dispuesto a someterlas a un escrutinio personal?, si la respuesta es sí, hay una gran probabilidad de que realmente pueda cambiar las creencias que desee, pero si la respuesta es no, la verdad es muy posible que en su vida haya pocos cambios por más que lo desee.

Esto de las creencias está ligado, para bien o para mal, con nuestra felicidad, ya que es parte de esa triada que forman de manera natural, todos nuestros pensamientos, y a partir de esos pensamientos es que vienen las emociones y luego la conducta, la acción que provocan nuestras emociones; así que si hacemos un esfuerzo importante en la raíz de los pensamientos, -(en la triada completa es posible hacerlo, ya veremos en otros artículos como hacerlo con la herencia genética y con las experiencias)-, pero por ahora estamos con las creencias; es seguro que daremos pasos solidos hacia una vida buena como le decía Aristóteles a la felicidad. El solo hecho de tener la intención de querer hacer algunos cambios en nuestras creencias y ejercer empeños importantes para ello, ya son pasos que se manifiestan en una mayor felicidad, la felicidad no es una meta, es un camino permanente, y la intencionalidad cuenta mucho como punto de partida.

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