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Cómo la mala alimentación nos está matando

Elegir es uno de los derechos implícitos de los humanos, de hecho, en las variables que usa la ONU para medir la felicidad de los pueblos, la libertad de elegir es una de ellas, tal como lo dijo Víktor Frankl, sobreviviente del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial; “La última de las libertades humanas, la capacidad de elegir es la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio destino…¨

Decidir sobre nuestra salud es un acto supremo de responsabilidad para con nosotros mismos, y al final, es un acto en que elegimos el uso de esa libertad de que gozamos, lo que será el derrotero de nuestra vida buena; estamos en buena parte decidiendo por nuestro destino. Uno de los placeres de la vida es poder comer aquellos alimentos que nos gustan, que disfrutamos, que nos hacen sentir muy bien en el momento en que lo hacemos. Es un placer hedonista, sin embargo, no siempre lo hacemos de una manera tan consciente, y comemos lo que sabemos que no es conveniente ni recomendable hacerlo. Por ejemplo: sabemos que una ensalada con hojas verdes y algunas otras hortalizas y verduras son lo adecuado para que sea sano y nutritivo, cuando salimos con un grupo de la oficina a una comida en algún restaurante, nos comemos una hamburguesa, unos chicharrones, aunque sepamos que no es lo más recomendable, y quizá hasta varias cervezas, u otras bebidas, cuyo alcohol es bien dañino para nuestros propósitos si nos excedemos un poco. Una correcta alimentación es una gran ayuda para lograr el equilibrio entre cuerpo y mente sana, sin que esto quiera decir que no podemos darnos un gustito de esas comidas medio prohibidas, pero de manera ocasional.

¿Será porque nos hemos habituado, en esta forma de vida de sensaciones, experiencias y placeres instantáneos, que hemos perdido la orientación respecto a las actividades que realmente nos benefician de manera más duradera y que nos aportan una mejor calidad de vida, una vida más feliz?, es altamente probable que así sea. Por lo que estamos viendo en el mundo, cómo pasivamente  vivimos la experiencia de que hay dos actividades que nos están matando ya no tan silenciosamente, el estrés crónico, mayoritariamente provocado por la vida laboral incesante, y la mala alimentación; suena muy drástico, pero es la verdad, hay muchos datos duros de los efectos en la salud mental y física que estas dos actividades tan relevantes, cómo el trabajo y la alimentación, están causando en la sociedad por la falta de consciencia en lo que hacemos.

Sobre la mala alimentación, hay muchísimos estudios serios al respecto, que nos muestran claramente, cómo las grandes industrias alimentarias, las que son globales, las que es muy probable que Uds. también las conozcan; cómo sus altos directores y gerentes, tienen  la consciencia de que en sus comidas hay muchos elementos dañinos para la salud y que crean adicciones, pero dado que los asuntos éticos tampoco son relevantes en estos tiempos aciagos que nos ha tocado vivir desde hace algunas décadas y que ahora se han intensificado, al punto que tenemos una sociedad solitaria, enferma y en extremo narcisista, como nunca antes; donde prima casi que exclusivamente el consumismo exacerbado por ese acicate que nos han vendido los mercadólogos de que por ahí seremos felices, mientras tanto, las grandes empresas globales hacen mucho dinero a costa de nuestra salud física, emocional y psicosocial.

¿Tan poco valor le damos a nuestra corta vida, que estamos dispuestos a pasar ese corto trecho de tiempo que transitamos por la vida, que pasamos enfermos por conseguir más cosas materiales y sensaciones, cuando, precisamente, las cosas y las sensaciones que experimentamos al comer de manera no sana, en este caso, no son las que nos hacen felices?

Algunos datos quizá nos hagan reflexionar sobre la realidad que tenemos y que pareciera no queremos conocer o aceptar, y que, de manera decidida, están afectando nuestra posibilidad de una vida buena.

El sobrepeso y la obesidad en América Latina son considerados una epidemia; las consecuencias pueden ir desde el cáncer o la diabetes, a enfermedades crónicas o problemas cardiacos. Normalmente, se produce por la alimentación de baja calidad, productos procesados, (como las comidas congeladas listas para calentar y comer, o los enlatados y los ultra procesados como los embutidos, las harinas y azúcares refinados y un gran etcétera), los estilos de vida sedentarios, y desde luego, el perfil socioeconómico de cada país.

La población mundial en la media ha engordado entre cinco y seis kilos por persona en los últimos treinta años, según estudio del Imperial College de Londres y la Organización Mundial de la Salud, OMS (2017), donde analizaron el peso de más de 112 millones de personas en 200 países, entre 1985 y 2016. Los hombres de Argentina, Uruguay y Chile figuran entre los más obesos del continente, muy de cerca está México; Costa Rica ocupa el puesto seis de veinte países. Ya México se convirtió en el país más obeso del mundo, lugar que ostentaba los Estados Unidos.

En Costa Rica, poco más del 60% de la población presenta sobrepeso u obesidad; es el país, junto con República Dominicana y Haití, donde la obesidad en los hombres ha avanzado más rápidamente y es, en este país, además, donde la obesidad ha avanzado más rápido en los hombres que en cualquier otro país del continente. En el caso de las mujeres, Chile, Uruguay, Cuba y Costa Rica ocupan el segundo escalafón del ranking con el porcentaje de obesidad. Todo este panorama es un gran problema social por las consecuencias que acarrea la mala salud de la población, y con mala salud, es muy difícil lograr una mejor calidad de vida.

El estudio del Estado Mundial de la Infancia 2019, niños, alimentos y nutrición, revela que 200 millones de niños o más están desnutridos o sufren de sobrepeso. Casi cada dos de tres niños, entre los 2 y 6 años, no reciben los alimentos adecuados que potencien sus cuerpos y cerebro. Esta situación, de hecho, perjudica el desarrollo cerebral e interfiere con el aprendizaje, debilita el sistema inmune, aumenta los riesgos de infecciones y, en muchos casos, se llega a la muerte. «A pesar de todos los avances tecnológicos, culturales y sociales de las últimas décadas, hemos perdido de vista este hecho fundamental; si los niños comen mal, viven mal», dijo Henrietta Fore (2019), directora ejecutiva de UNICEF.

149 millones de niños sufren de retraso en el crecimiento.

50 millones de niños son demasiado delgados para su estatura.

Algunos posibles efectos de la mala alimentación.

El sobre peso y la obesidad, hoy producen más muertes en la sociedad que las guerras o los accidentes de tránsito, y esos son datos muy pesados y alarmantes.

 Además, pueden producir:

            Diabetes tipo 2.

            Presión arterial alta.

            Enfermedades cardíacas.

            Derrame cerebral.

            Apnea del sueño.

            Síndrome metabólico.

            Enfermedades de hígado graso.

            Osteoartritis.

            Enfermedades de la vesícula biliar.

Enfermedades renales.

Depresión crónica.

En estas condiciones de salud física dañada por la mala alimentación y el sedentarismo, ausencia de ejercicio físico, es inevitable que los sistemas de seguridad social, más específico, los sistemas de salud social colapsen y se haga inviable la vida buena para la sociedad.

Los datos y sus posibles consecuencias son de terror; es creciente la problemática de la mala alimentación, ya sea por pobreza que genera insuficiente alimentación o. porque los niños y adolescentes son presa de los medios de comunicación y caen en las garras del mercadeo, son seducidos a consumir comidas que no ayudan en nada en su desarrollo; y claro está, los adultos también. Esto está llevando a los jóvenes a serios problemas para incorporarse a la sociedad con todas las potencialidades que el cerebro que heredamos, producto de la evolución, nos ofrece. Hay mucha responsabilidad compartida de los Gobiernos, sector privado, padres de familia, las familias como tales y las empresas. El futuro es hoy, y con esta tendencia, lo que podemos esperar es poco envidiable como sociedad global. Importante, hay que destacar que los países más desarrollados igualmente sufren los problemas de sobre peso u obesidad por la mala alimentación, por esas comidas ultra procesadas, enlatadas y adicción con los azúcares.

Atrévase a ser feliz.

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