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Una gran revolución, la gestión de las emociones

La buena salud, según la Organización Mundial de la Salud, (OMS), no es solo la ausencia de enfermedad, sino el balance adecuado entre la salud física, emocional y psicosocial.

Es necesario que tengamos una gran revolución de las emociones, debe darse en la relación con las personas y conmigo mismo. Resulta fundamental que nos involucremos de lleno en conocer cómo gestionar nuestras emociones, ya que hasta la fecha hemos sido unos analfabetos emocionales, dado que el conocimiento sobre las emociones en la profundidad que hoy lo sabemos es bastante reciente.

Por ejemplo, una sencilla prueba, para uno mismo o para hacerla a otros, después de haber experimentado una emoción, el otro, dígale a esa persona que le describa con palabras cómo se siente, puede ser que le resulte muy incómodo, ya que no encuentra las palabras adecuadas para hacerlo; eso demuestra lo poco que nos hemos involucrado con nuestras emociones, al punto que nos cuesta trabajo poder describir claramente las sensaciones que nos deparan.

De hecho, siempre hemos respondido muy bien hacia afuera de nosotros, hacia el entorno, hacia el exterior, le hemos dado más importancia a lo externo que a lo interno, sin embargo, ya no se justifica continuar con este analfabetismo emocional, cuando sabemos lo relevantes que son para nuestra vida buena.

La emoción decide y la razón justifica. Solo hay dos tipos de personas que no manifiestan emociones, los psicópatas y los muertos. Los demás somos absolutamente emocionales.

El afamado neurocientífico Antonio Damasio tiene una frase que resume muy bien lo dicho, dice algo así: no somos máquinas pensantes que a veces sienten, sino seres instintivos (emocionales) que a veces piensan.

Emoción y sentimiento no son lo mismo, las emociones son mecanismos inconscientes, son adaptativas, mientras que un sentimiento es el producto de una emoción más procesada, es la experiencia consciente de una determinada emoción.

Las emociones tienen tres características:

  1. Son procesos fisiológicos, primarios, instintivos e involuntarios.
  2. No se procesan, pueden aparecer sin que realmente se noten o se producen antes de que la mente consciente haya tenido tiempo de registrar qué la motiva.
  3. Son muy pasajeras, vienen y van constantemente.

Parafraseando a Inma Puig, la revolución industrial modificó la relación de las personas con el trabajo, ahora con la revolución tecnológica, se transforma nuestra relación con la información y se ha cambiado la noción de privacidad; hace un tiempo, todo era privado y uno podía decidir lo que se hacía público, ahora es la revés, todo es público y uno puede escoger lo que quiere que sea privado.

“En la revolución de las emociones, suceden dos tipos de cosas: las que tú quieres y las que tú permites. Las cosas buenas llegan cuando se es paciente y las mejores cuando no nos rendimos”. (Puig, 2019).

¿Son realmente importantes para la vida buena?

Somos seres emocionales que razonamos, todas nuestras decisiones están impregnadas de alguna emoción, siempre.

Las emociones son reacciones ante factores internos o externos, es por eso por lo que es un proceso adaptativo, ya que da prioridad a la información relevante para la preservación de la especie, y para la supervivencia de la persona.

El cerebro para decidir lo que es relevante, usa el mecanismo de selección de información por el proceso emocional. Es por eso por lo que el efecto de las emociones es la alteración del ánimo, saca a la persona del estado habitual, impacta de manera agradable o desagradable. Las emociones nos organizan el entorno y experiencias, cambiando en función de las demandas de, por la acción de experiencias personales y sociales.

En virtud del principio de resonancia, las emociones de una persona no sólo son sentidas sino también captadas por otras. Existe contagio emocional. Este es generalmente inconsciente y puede ocurrir en una fracción de segundos. Por ejemplo, si se le acerca un individuo con ánimo abatido, usted súbitamente también se siente deprimido; pero si el otro viene entusiasta y vibrante, usted se contagia de ese estado emocional. Esto subraya que uno de los fundamentos de la inteligencia emocional es manejar su nivel de energía: cuando uno está tenso y cansado, los problemas y obstáculos le parecen más grandes de lo que son y además uno es más susceptible de ser ‘infectado’ por la depresión anímica de otros. Por el contrario, si renueva sus energías y logra mantenerse tranquilo y alerta, este estado emocional le comunica ‘inmunidad’ natural y puede también contribuir a que los demás se sientan menos agitados y mejore su estado de ánimo.

Cierto que hay un proceso, una gestión en muchas poblaciones por conocer más sobre este importantísimo tema. Es muy probable que, en los años venideros, más pronto de lo imaginado, esta búsqueda de ese conocimiento propio de nuestro ser interior tomará mayor preponderancia, promovida desde la educación temprana.

Atrévase a ser feliz.

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